lunes, 4 de julio de 2011

A ti, Al de siempre.

Lo que más va a doler, va a ser vernos por la calle, en la acera de enfrente, y acordarnos de mi 9’5 en matemáticas, de que te había gustado muchísimo el final de mi exposición oral, de leo y escribo, de mis tonterías de tener un conejo, de que quiero un perro arrugado, de los viajes que me habías prometido, de vivir en Cádiz o en Canarias (cualquier sitio es bueno si es contigo), de los besos y abrazos que nos dimos y de todos los que nos quedaron sin darnos, de las cosquillas en las rodillas, de tu olor a axe chocolate, y el que me queda en la ropa después de estar contigo,  de los buenos días, de los nervios previos, de todos esos días que hicimos planes que se nos quedaron a medias, de las veces que lloré por ti, y de las veces que se te puso la piel de gallina por mi, de las mil y una veces que me has saludado tontamente, o me has agarrado la nariz por hacerme rabiar, de las veces que me llamabas tonta, de las veces que estudiamos a última hora, de las veces que me he enfadado contigo por tus fiestas de fin de semana, por fumarte tus cigarros a escondidas, de las veces que me has llamado celosa, y las que te he llamado borde, de las promesas que cumplimos, y las que poco a poco dejamos de darles importancia, yo no, de las veces que te he contado mis problemas y has sabido que era lo que tenías que decir para que todo diera un giro de 360 grados, de todas las películas según tú bonitas que me has mandado ver, de tus ojos verdes y de los míos rasgados simplones y casi negros, de todas las ganas que tuve siempre de conocer a papá, mamá y tu hermana, de los mensajes de por la noche, inútiles para recordarnos todo lo que nos queríamos que hemos dejado de mandarnos, de cuando te reías de mi tic en el ojo, o de mis historias de mañanas en clase, de las tropecientas veces que me pintarrajeabas los brazos y de las otras tantas que te escribí mi inicial en la mano, de las veces que nos sentamos juntos a dejar que pasaran las horas, y de todas las cosas que dejamos de hacer por el simple echo de que el destino lo ha querido así, también de las  mil y una veces que nos echábamos  de menos cuando nos habíamos separado a penas dos horas antes, y me doy cuenta que los días sin ti se me van a hacer muy complicados, que se me va a hacer todo pedacitos cuando vayamos perdiendo estas cosas, porque no quiero que nada cambie, y el primer día que nos veamos en la acera de enfrente, nos sonriamos de manera indiferente y sigamos cada uno a su ritmo, todo habrá cambiado…tanto, que no habrá vuelta a atrás.

الورود البيضاء

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